domingo, 22 de febrero de 2015

Hizo que la historia se hiciera palabra.

Mons. Romero, Cristiano, Católico, Arzobispo hizo que el pueblo salvadoreño saliera del

En sus tres años de arzobispo, hizo visibles a los pobres, campesinos, obreros,

desaparecidos, torturados, marginados.

Los muertos no publicitados por los medios de divulgación del mundo capitalista.

Hizo el Evangelio cercano y compasivo hacía los pobres y terrible para los poderosos,

hizo, desde su vida, ejemplo y predicación, que el mundo subiera la mirada a la

existencia de un Dios, que se escucharan los clamores y esperanzas de un pueblo;

que se oyera los gritos y gemidos que arrancan los opresores, y que se convirtieran en

plegarias presentadas al Dios de toda la humanidad.

Frase liberadora de Mons. Romero:

“El grito de liberación del pueblo es un clamor que sube hasta Dios y nada ni nadie lo puede

detener”.

En crecimiento, evolutivamente, su palabra fue alejándose de las palabra rutinarias,

fue viva, vivificante, dejó de ser encubridora y alienante. Devolvió el sentido bíblico al

pueblo salvadoreño y al mundo, como sus legítimos dueños. Hizo sentir solidaridad en

todos los pueblos aunque no hubieran vivido historias trágicas en sus países, desafío

a su liderazgo episcopal y se comportó como Pastor, vivió en tiempos de represiones

excepcionales, e hizo de su ministerio episcopal un momento excepcional, porque aceptó

el reto de sumergirse en la historia que le toco vivir.

Excepcionales circunstancias producen personas excepcionales, cuando aceptan la

realidad. Los Héroes y Grandes no se improvisan. Durante su vida había acumulado

reservas: intelectuales, morales, espirituales con las que supo responder. Tenía raíces

personales y cristianas. Surgió una figura, un Arzobispo excepcional, lo que predico

nacía de lo profundo de su ser, fue autentico; fue evolucionando apropiándose de las

circunstancias. La realidad de El Salvador se volvió su palabra, supero la pronunciación

intemporal y se encarnó en su Iglesia, en su pueblo, en su país.

Fue tan Obispo como todos los Obispos, cumplió con toda la tradición Episcopal, pero la

vivirla con normalidad (norma), permitió la permeabilidad y crecimiento en su acción, en

su pensamiento, en su doctrina. Hizo de su Arzobispado, de su Ministerio, de su palabra

una relación con la sociedad, impregnada de realismo, viva, comprometido, liberadora,

Fue Pastor, servidor, Hermano, Maestro, Teólogo y Pueblo. Cumplió: el mandato de su

Maestro Cristo: la misión de anunciar y realizar el Reino para los Pobres.

Abordó temas concretos que expresan dificultades y posibilidades del Reino. Abordó

todo lo que se relaciona con los proyectos de la oligarquía capitalista, la seguridad

nacional y los intereses de las organizaciones populares, abordó teológicamente la

situación de conflicto y violencia reinantes en ese momento, la represión al pueblo y la

persecución a la Iglesia.

Frase liberadora de Mons. Romero:

“Yo denuncio, sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es un gran mal, la riqueza, la

“Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. La iglesia defensora de los derechos de Dios,

defensora de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta abominación”.

propiedad privada como un absoluto intocable y ay del que la toque”.

“No hay pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre”.

Abordó también los problemas pastorales, que le sobrevienen a la Iglesia. Se preocupó

constantemente de las comunidades de base de la religiosidad popular, de los agentes

y el acompañamiento a la pastoral y a los cristianos comprometidos políticamente.

Su magisterio trató de iluminar los problemas tanto sociales como políticos desde la

especificidad de la doctrina bíblica – evangélica. Siempre se dejó guiar por el evangelio

(como buena nueva) uso abundantemente el Magisterio de los clásicos de la Iglesia, del

Vaticano II, las Encíclicas Papales, Medellín y Puebla, pero fue consciente que muchas

veces la verdad expresada en dichos documentos quedaba a nivel abstracto y por ello

también manipulable, especialmente para la situación concreta de su país. Consiente

procuró dar respuesta a los problemas concretos aun cuando no siempre encontrara esa

respuesta en los documentos más universales de la Iglesia. No le asustó la novedad de

los problemas que surgían y fue grande en la respuesta, una gran creatividad doctrinal.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

“Predicación que no denuncia el pecado, no es predicación del evangelio” (22 enero 1978)

Una iglesia que no se une a los pobres no es verdadera iglesia de Jesucristo (17 febrero 1980)

Un cristiano que defiende posiciones injustas ya no es cristiano (16 septiembre 79)

“Lástima que nuestra religión a veces ha traicionado al evangelio y por contentar a los

grandes señores-as les ha dicho que bastaban esos actos de culto, y los ha expuesto a

perderse para siempre”.

“La palabra de Dios es como una espada penetrante que no nos deja tranquilos y penetra

hasta lo más íntimo del ser, que nos cuestiona, que no nos deja tranquilos dormir, mientras

no hagamos algo por el Reino de Cristo y su evangelio. Que no digan que no leemos la biblia.

Nosotros no sólo la leemos, sino que la analizamos, la celebramos, la encarnamos, queremos

hacerla vida nuestra”.

Así fue como escribió y público oportunamente la Carta Pastoral, referida a las

organizaciones políticas populares. Esta Carta Pastoral considerada universalmente,

como pionera en ese campo. Para el pueblo cristiano fue Pastor, enseñó con autoridad,

pero no con exclusividad, enseñó con firmeza, pero no con imposición formal. Fue

Maestro, didacta, comunicador, con lógica claridad. Fue un profeta encarnado en su

momento y que proyecto su palabra al futuro. Cada domingo se esperaba su constante

reflexión sobre los problemas de los pobres en sus diversas dimensiones. Mons.

Romero los escuchó, aprendió y dialogó con ellos, se comunicó, y produjo esperanza.

En su humildad, conociendo su historia, reconocer que enseñó en la medida que fue

aprendiendo, enseñó aprendiendo, consultando a personas de diferentes disciplinas y

pensamientos, se dejó interpelar, sobre todo por las angustias del momento represivo,

animó esperanzas en el esfuerzo político de las clases oprimidas.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

Ningún cristiano debe decir “yo no me meto, yo no me comprometo”, porque eso sería ser

mal cristiano siendo también mal ciudadano (5, marzo, 1978)

“El que rehúye el sufrimiento se quedara solo hay gente mas no sola que los egoístas”

(1 abril 1979)

Su palabra ya es parte de la historia y doctrina en la Iglesia Latinoamericana, junto

a otros obispos y teólogos en el primer y tercer mundo cristiano. Hizo presente y

visible en su doctrina, la justa lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanas.

Creo un nivel doctrinal en la opción preferencial, por los marginados, oprimidos y

pobres, lo expresó muchas veces que era necesario que en la predicación y homilética

reformulara: El significado de Iglesia.

Siempre será recordado y se hará presente por sus homilías, vigorosas, claves, lógicas,

actuales, didácticas, por la forma y manera como magistralmente desbroza lo que

otros discuten sin producir luz, él produce esperanza y alumbra caminos con la doctrina

ancestral del Maestro Nazareno, el artesano, hijo de Dios y del Pueblo de Israel Jesús.

No rehuía a las coyunturas políticas ni sociales. El riesgo provocado por las campañas

mediáticas no le amedrentó, al contrario se engrandeció e iluminó con su prédica el

momento provocado por las estructuras sociales, opresoras y financiadas desde la

política exterior del gobierno de EE.UU. Escribió, mirándole a los ojos al Presidente

Carter, pidiéndole que cesara el envío de armas a El Salvador, En Mons. Romero fue

clásica la forma de enjuiciar los crímenes, que sin espontaneísmos, pero con claridad

señalaba causas, causales y responsables, identificándolos. Nosotros le oímos decirnos

“si yo predico de tal modo que solo me entiendan los enemigos pero que no me

entiendan mis amigos, las víctimas y el pueblo; mi predica no produce frutos de

fe, esperanza y liberación”.

Con solidez bíblica Evangélica y teológica llena de reflexión y profunda sinceridad, con

incomparable calor humano, yo que lo ví personalmente en su ministerio, afirmo, que

Mons. Romero literalmente se transformaba. Él era más bien recatado y tímido, quizá

pueda afirmar que se sentía no muy cómodo entre los grandes (según los cataloga

el criterio del mundo burgués). Frente a los problemas sociales, frente a la injusticia

se convertía en el hombre de la palabra valiente, libre, poderosa, en la defensa de la

verdad y del débil. Se posesionaba tomaba en sus manos el evangelio, poniendo los

ojos en los rostros concretos de los pobres (prisioneros, desaparecidos, torturados,

marginados) de su pueblo, cobraba la fuerza de los antiguos profetas y el de CRISTO,

frente a los mercaderes del templo, revalorizo su papel de Pastor Obispo y cumplió,

como Pablo de Tarso, la exigencia de saber desencadenar la palabra y entregarla a la

exigencia de libertad necesaria en la humanidad, creada por un único creador.

Como Arzobispo, su manera de relacionarse con sus parroquias, sus sacerdotes, con las

comunidades y poblaciones que visitaba constantemente, hizo sentir una importante y

novedosa forma de acompañar eclesialmente, pastoralmente, humanamente.

Su humano desempeñó creo confianza, hizo sentir su fraternal compromiso, era fácil

de conceder audiencias, entrevistas, hacia favores, se preocupaba de problemas

humanos: la salud, la economía, problemas personales. Hacía sentir a quienes se le

acercaban que eran importantes, de allí la capacidad de iluminar las situaciones de las

personas, del pueblo inmerso en los diversos problemas políticos, sociales, económicos,

eclesiales. Sus homilías se esparcieron con bastante rapidez, ivan y venían periodistas

y personajes, buscándolo como a un punto de referencia para conocer el caso de El

Salvador. Como buen comunicador después de misa, saludaba a los que asistían,

concedía una conferencia de prensa, creo un programa semanal radial para entregar

respuestas; su homilía radiada llegaba a los rincones más escondidos del país, tugurios

y barrancas de las ciudades, según testimonios de soldados, lo escuchaban con mucho

sigilo, en los cuarteles y por supuesto lo monitoreaban sus enemigos, de modo especial

los escuchas de Casa Presidencial; por otro lado la empresa privada dueña de los medios

de difusión lo mantuvo censurado. La radio del Arzobispado sufrió repetidos intentos de

sabotaje para silenciarla, en dos ocasiones estallaron bombas, fue en esas ocasiones que

surgió la solidaridad internacional de radio difusoras de otros países que retrasmitían

las homilías. De modo especial quiero recordar a una radio de San José, Costa Rica

Radio Noticias del Continente, que trasmitía en onda corta, la homilía que recibía

Si nos preguntamos porque Mons. Romero fue conocido tan rápidamente, logrando tanto

influjo: social, eclesial, popular. Podemos afirmar que fue, porque supo ocupar el poder

de un solio Arzobispal, su palabra para producir esperanza, para aclarar confusiones,

dio cause a su carisma personal de comunicador identificar con las exigencias del

momento. Habló, no desde un trono, habló como pueblo, del pueblo y para el pueblo,

real pueblo con nombre de torturado, de opresor y sus cómplices, con nombre de

oligarquía y uniforme militar.

Fue testigo de la verdad y la entregó a quien la necesitaba, con fraterna sencillez, pero

con inteligente valentía, con justicia y humanidad. Supo sacudir conciencias, iluminó

el quehacer diario de los cristiano, de todo ciudadano honesto y normal; develo a un

catolicismo imperial y entregó un cristianismo popular; bastantes veces sus homilías

eran interrumpidas por aplausos, era el amen popular, que eran recibidos como agua

al sediento y ánimo al angustiado. Los medios de difusión (no les llamó medios de

comunicación, porque realmente confunden e incomunican) del país: prensa, radio,

televisión, normalmente ignoraban, mutilaban, tergiversaban, manipulaban la verdad,

sus predicas y enseñanza toman sistemáticamente una campaña de desprestigio es por

eso que el pueblo lo identificó siempre: como la voz de los sin voz. Siempre denunció

que los dueños de los medios pretendían privar al país de la verdad y en más de una

homilía pidió “si algún día yo ya no pudiese predicar por radio o por otros medios,

Ustedes convirtiesen en “micrófonos de Cristo” porque la Palabra de la verdad no podía

morir en El Salvador”

Supo moldear conciencias, forjó una nueva forma de homilía, fue creativo y agradable

para acercarse a sus feligreses, preparaba sus homilías desde el día viernes. Convocaba

asesores, pedía informes, reflexionaba sobre las lecturas bíblicas. Elaboró un equipo de

sacerdotes y religiosas que le resuman las más de 150 cartas que recibía semanalmente.

Estructuró su homilía dominical de modo novedoso en la primera parte entregaba de

modo aplicado las lectura bíblicas según lo manda la liturgia universal de la Iglesia

Católica. No dejó sin tocar temas: tradicionales, novedosos o urgentes que tuviera que

ver con la fe de su pueblo. A todo esto añadió una especialidad: su Oración, su amor,

su fe, su libertad; se arriesgó conscientemente.

En segundo lugar dedicaba tiempo suficiente para exponer y juzgar la situación concreta

sufrida esa semana en el país, que a pesar de ser cambiante coyunturalmente daba

respuesta eclesial y socio política, sacaba de lo aprendido en las visitas a comunidades,

logros, que alegraban a sus oyentes, solía introducir anécdotas personales. Como

agradecer la limosna de la mujer pobre, viuda, enferma o desempleada; citaba con

personas nombres y apellidos, recordando los lugares donde lo habían recibido. Hacia

siempre un recorrido por los sucesos del país, relacionándolos muchas veces con

acontecimientos internacionales, entregando positividad, sin minimizar con profundidad

en la comprensión, sabía entregar destellos de esperanza en base a la verdad

Sus tres años de ministerio Episcopal, estos fueron realmente trágicos para las

mayorías populares. Históricamente hizo que su voz fuera la conciencia crítica del

país, enumeraba atropellos contra los derechos humanos, denunciaba la represión cada

vez más cruel e indiscriminada, asesinatos, capturas, torturas, desaparecimientos.

Declaró las angustias económicas e inseguridad de obreros, estudiantes, campesinos y

aún profesionales; proclamaba las esperanzas populares. Denunció con insobornable

libertad a los responsables de la situación, fuese el Presidente, la Corte Supresa de

Justicia, la Asamblea, las Fuerzas Armadas o de Seguridad; señaló a la Oligarquía

como responsable motivador. Pero también supo orientar y juzgar a las diversos

organizaciones populares, a los diversos grupos políticos – militares. Supo animar,

alabar, amonestar o condenar según los comportamientos y acciones.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

“Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos”. (31, diciembre, 1978)

“No obedecer la orden de matar. Cuando hay un rey que manda matar niños, los soldados no

“Que no queden tantos crímenes y atropellos impunes, aunque estén vestidos de militar

Fue tomando según crecía, conocimiento y compromiso, postura ante los diversos

problemas políticos del país e internacionales. Favoreciendo siempre aquello que

encaminaban al país hacia la realidad del reino de Dios Creador de paz y justicia. Nunca

se mostró partidista, pero tampoco no rehuyó la grande y grave responsabilidad de

orientar pastoralmente a sus sacerdotes, feligreses y pueblo ante la difícil y cambiante

coyuntura económica, política y social del país, mostró siempre simpatía por un proyecto

popular justó – humano – humanizante.

El modo de utilizar la cátedra episcopal representó y hoy representa una novedad que

muchos por desconocimiento o por la pesada carga de intereses propios, confiados o

imitados, le llamaron intromisión en “su política”.

Ese modo de conectar, relacionar, la pastoral, la teología, el análisis y juicio sobre la

situación del riesgo de la fe y el compromiso de transformar el salvaje capitalismo, es lo

tienen que obedecer”.

tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia”

que aun hoy es novedoso, para algunos en negativo y pienso que en mayor cantidad a

muchos en positivo y beneficioso.

Hizo que entrara en la historia de la intelectualidad, creyente o no, el concepto de la

opción preferencial por el pobre oprimido, marginado opción por los comprometidos en

transformar la sociedad injusta a una sociedad como la enseñó Jesús.

Como Maestro Popular, cristiano, en sus homilías supo cambiar como lo hizo Jesús,

(caminando por Galilea) todo el arcoíris de la práctica cotidiana. Proclamó que la fe

capaz de mover montañas, y la reacción de lo mínimo con lo máximo, la sonrisa que

esperanza y la firmeza vigorosa de la defensa de la paz. De él aprendimos, muchos,

que la paz, palabra de tres letras, es tan fantástica y terrible, comprender que nunca

habrá paz, mientras no haya justicia, que nunca existirá justicia en el reino del poder y

del dinero, porque niega la libertad, porque esa libertad solo es posible donde se vive

y existe igualdad, que por eso en el ámbito y mundo donde reina el dios capital nunca

podrá existir la PAZ.

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