Hizo que la historia se hiciera palabra.
Mons. Romero, Cristiano, Católico, Arzobispo hizo que el pueblo salvadoreño saliera del
En sus tres años de arzobispo, hizo visibles a los pobres, campesinos, obreros,
desaparecidos, torturados, marginados.
Los muertos no publicitados por los medios de divulgación del mundo capitalista.
Hizo el Evangelio cercano y compasivo hacía los pobres y terrible para los poderosos,
hizo, desde su vida, ejemplo y predicación, que el mundo subiera la mirada a la
existencia de un Dios, que se escucharan los clamores y esperanzas de un pueblo;
que se oyera los gritos y gemidos que arrancan los opresores, y que se convirtieran en
plegarias presentadas al Dios de toda la humanidad.
Frase liberadora de Mons. Romero:
“El grito de liberación del pueblo es un clamor que sube hasta Dios y nada ni nadie lo puede
detener”.
En crecimiento, evolutivamente, su palabra fue alejándose de las palabra rutinarias,
fue viva, vivificante, dejó de ser encubridora y alienante. Devolvió el sentido bíblico al
pueblo salvadoreño y al mundo, como sus legítimos dueños. Hizo sentir solidaridad en
todos los pueblos aunque no hubieran vivido historias trágicas en sus países, desafío
a su liderazgo episcopal y se comportó como Pastor, vivió en tiempos de represiones
excepcionales, e hizo de su ministerio episcopal un momento excepcional, porque aceptó
el reto de sumergirse en la historia que le toco vivir.
Excepcionales circunstancias producen personas excepcionales, cuando aceptan la
realidad. Los Héroes y Grandes no se improvisan. Durante su vida había acumulado
reservas: intelectuales, morales, espirituales con las que supo responder. Tenía raíces
personales y cristianas. Surgió una figura, un Arzobispo excepcional, lo que predico
nacía de lo profundo de su ser, fue autentico; fue evolucionando apropiándose de las
circunstancias. La realidad de El Salvador se volvió su palabra, supero la pronunciación
intemporal y se encarnó en su Iglesia, en su pueblo, en su país.
Fue tan Obispo como todos los Obispos, cumplió con toda la tradición Episcopal, pero la
vivirla con normalidad (norma), permitió la permeabilidad y crecimiento en su acción, en
su pensamiento, en su doctrina. Hizo de su Arzobispado, de su Ministerio, de su palabra
una relación con la sociedad, impregnada de realismo, viva, comprometido, liberadora,
Fue Pastor, servidor, Hermano, Maestro, Teólogo y Pueblo. Cumplió: el mandato de su
Maestro Cristo: la misión de anunciar y realizar el Reino para los Pobres.
Abordó temas concretos que expresan dificultades y posibilidades del Reino. Abordó
todo lo que se relaciona con los proyectos de la oligarquía capitalista, la seguridad
nacional y los intereses de las organizaciones populares, abordó teológicamente la
situación de conflicto y violencia reinantes en ese momento, la represión al pueblo y la
persecución a la Iglesia.
Frase liberadora de Mons. Romero:
“Yo denuncio, sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es un gran mal, la riqueza, la
“Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. La iglesia defensora de los derechos de Dios,
defensora de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta abominación”.
propiedad privada como un absoluto intocable y ay del que la toque”.
“No hay pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre”.
Abordó también los problemas pastorales, que le sobrevienen a la Iglesia. Se preocupó
constantemente de las comunidades de base de la religiosidad popular, de los agentes
y el acompañamiento a la pastoral y a los cristianos comprometidos políticamente.
Su magisterio trató de iluminar los problemas tanto sociales como políticos desde la
especificidad de la doctrina bíblica – evangélica. Siempre se dejó guiar por el evangelio
(como buena nueva) uso abundantemente el Magisterio de los clásicos de la Iglesia, del
Vaticano II, las Encíclicas Papales, Medellín y Puebla, pero fue consciente que muchas
veces la verdad expresada en dichos documentos quedaba a nivel abstracto y por ello
también manipulable, especialmente para la situación concreta de su país. Consiente
procuró dar respuesta a los problemas concretos aun cuando no siempre encontrara esa
respuesta en los documentos más universales de la Iglesia. No le asustó la novedad de
los problemas que surgían y fue grande en la respuesta, una gran creatividad doctrinal.
Frases liberadoras de Mons. Romero:
“Predicación que no denuncia el pecado, no es predicación del evangelio” (22 enero 1978)
Una iglesia que no se une a los pobres no es verdadera iglesia de Jesucristo (17 febrero 1980)
Un cristiano que defiende posiciones injustas ya no es cristiano (16 septiembre 79)
“Lástima que nuestra religión a veces ha traicionado al evangelio y por contentar a los
grandes señores-as les ha dicho que bastaban esos actos de culto, y los ha expuesto a
perderse para siempre”.
“La palabra de Dios es como una espada penetrante que no nos deja tranquilos y penetra
hasta lo más íntimo del ser, que nos cuestiona, que no nos deja tranquilos dormir, mientras
no hagamos algo por el Reino de Cristo y su evangelio. Que no digan que no leemos la biblia.
Nosotros no sólo la leemos, sino que la analizamos, la celebramos, la encarnamos, queremos
hacerla vida nuestra”.
Así fue como escribió y público oportunamente la Carta Pastoral, referida a las
organizaciones políticas populares. Esta Carta Pastoral considerada universalmente,
como pionera en ese campo. Para el pueblo cristiano fue Pastor, enseñó con autoridad,
pero no con exclusividad, enseñó con firmeza, pero no con imposición formal. Fue
Maestro, didacta, comunicador, con lógica claridad. Fue un profeta encarnado en su
momento y que proyecto su palabra al futuro. Cada domingo se esperaba su constante
reflexión sobre los problemas de los pobres en sus diversas dimensiones. Mons.
Romero los escuchó, aprendió y dialogó con ellos, se comunicó, y produjo esperanza.
En su humildad, conociendo su historia, reconocer que enseñó en la medida que fue
aprendiendo, enseñó aprendiendo, consultando a personas de diferentes disciplinas y
pensamientos, se dejó interpelar, sobre todo por las angustias del momento represivo,
animó esperanzas en el esfuerzo político de las clases oprimidas.
Frases liberadoras de Mons. Romero:
Ningún cristiano debe decir “yo no me meto, yo no me comprometo”, porque eso sería ser
mal cristiano siendo también mal ciudadano (5, marzo, 1978)
“El que rehúye el sufrimiento se quedara solo hay gente mas no sola que los egoístas”
(1 abril 1979)
Su palabra ya es parte de la historia y doctrina en la Iglesia Latinoamericana, junto
a otros obispos y teólogos en el primer y tercer mundo cristiano. Hizo presente y
visible en su doctrina, la justa lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanas.
Creo un nivel doctrinal en la opción preferencial, por los marginados, oprimidos y
pobres, lo expresó muchas veces que era necesario que en la predicación y homilética
reformulara: El significado de Iglesia.
Siempre será recordado y se hará presente por sus homilías, vigorosas, claves, lógicas,
actuales, didácticas, por la forma y manera como magistralmente desbroza lo que
otros discuten sin producir luz, él produce esperanza y alumbra caminos con la doctrina
ancestral del Maestro Nazareno, el artesano, hijo de Dios y del Pueblo de Israel Jesús.
No rehuía a las coyunturas políticas ni sociales. El riesgo provocado por las campañas
mediáticas no le amedrentó, al contrario se engrandeció e iluminó con su prédica el
momento provocado por las estructuras sociales, opresoras y financiadas desde la
política exterior del gobierno de EE.UU. Escribió, mirándole a los ojos al Presidente
Carter, pidiéndole que cesara el envío de armas a El Salvador, En Mons. Romero fue
clásica la forma de enjuiciar los crímenes, que sin espontaneísmos, pero con claridad
señalaba causas, causales y responsables, identificándolos. Nosotros le oímos decirnos
“si yo predico de tal modo que solo me entiendan los enemigos pero que no me
entiendan mis amigos, las víctimas y el pueblo; mi predica no produce frutos de
fe, esperanza y liberación”.
Con solidez bíblica Evangélica y teológica llena de reflexión y profunda sinceridad, con
incomparable calor humano, yo que lo ví personalmente en su ministerio, afirmo, que
Mons. Romero literalmente se transformaba. Él era más bien recatado y tímido, quizá
pueda afirmar que se sentía no muy cómodo entre los grandes (según los cataloga
el criterio del mundo burgués). Frente a los problemas sociales, frente a la injusticia
se convertía en el hombre de la palabra valiente, libre, poderosa, en la defensa de la
verdad y del débil. Se posesionaba tomaba en sus manos el evangelio, poniendo los
ojos en los rostros concretos de los pobres (prisioneros, desaparecidos, torturados,
marginados) de su pueblo, cobraba la fuerza de los antiguos profetas y el de CRISTO,
frente a los mercaderes del templo, revalorizo su papel de Pastor Obispo y cumplió,
como Pablo de Tarso, la exigencia de saber desencadenar la palabra y entregarla a la
exigencia de libertad necesaria en la humanidad, creada por un único creador.
Como Arzobispo, su manera de relacionarse con sus parroquias, sus sacerdotes, con las
comunidades y poblaciones que visitaba constantemente, hizo sentir una importante y
novedosa forma de acompañar eclesialmente, pastoralmente, humanamente.
Su humano desempeñó creo confianza, hizo sentir su fraternal compromiso, era fácil
de conceder audiencias, entrevistas, hacia favores, se preocupaba de problemas
humanos: la salud, la economía, problemas personales. Hacía sentir a quienes se le
acercaban que eran importantes, de allí la capacidad de iluminar las situaciones de las
personas, del pueblo inmerso en los diversos problemas políticos, sociales, económicos,
eclesiales. Sus homilías se esparcieron con bastante rapidez, ivan y venían periodistas
y personajes, buscándolo como a un punto de referencia para conocer el caso de El
Salvador. Como buen comunicador después de misa, saludaba a los que asistían,
concedía una conferencia de prensa, creo un programa semanal radial para entregar
respuestas; su homilía radiada llegaba a los rincones más escondidos del país, tugurios
y barrancas de las ciudades, según testimonios de soldados, lo escuchaban con mucho
sigilo, en los cuarteles y por supuesto lo monitoreaban sus enemigos, de modo especial
los escuchas de Casa Presidencial; por otro lado la empresa privada dueña de los medios
de difusión lo mantuvo censurado. La radio del Arzobispado sufrió repetidos intentos de
sabotaje para silenciarla, en dos ocasiones estallaron bombas, fue en esas ocasiones que
surgió la solidaridad internacional de radio difusoras de otros países que retrasmitían
las homilías. De modo especial quiero recordar a una radio de San José, Costa Rica
Radio Noticias del Continente, que trasmitía en onda corta, la homilía que recibía
Si nos preguntamos porque Mons. Romero fue conocido tan rápidamente, logrando tanto
influjo: social, eclesial, popular. Podemos afirmar que fue, porque supo ocupar el poder
de un solio Arzobispal, su palabra para producir esperanza, para aclarar confusiones,
dio cause a su carisma personal de comunicador identificar con las exigencias del
momento. Habló, no desde un trono, habló como pueblo, del pueblo y para el pueblo,
real pueblo con nombre de torturado, de opresor y sus cómplices, con nombre de
oligarquía y uniforme militar.
Fue testigo de la verdad y la entregó a quien la necesitaba, con fraterna sencillez, pero
con inteligente valentía, con justicia y humanidad. Supo sacudir conciencias, iluminó
el quehacer diario de los cristiano, de todo ciudadano honesto y normal; develo a un
catolicismo imperial y entregó un cristianismo popular; bastantes veces sus homilías
eran interrumpidas por aplausos, era el amen popular, que eran recibidos como agua
al sediento y ánimo al angustiado. Los medios de difusión (no les llamó medios de
comunicación, porque realmente confunden e incomunican) del país: prensa, radio,
televisión, normalmente ignoraban, mutilaban, tergiversaban, manipulaban la verdad,
sus predicas y enseñanza toman sistemáticamente una campaña de desprestigio es por
eso que el pueblo lo identificó siempre: como la voz de los sin voz. Siempre denunció
que los dueños de los medios pretendían privar al país de la verdad y en más de una
homilía pidió “si algún día yo ya no pudiese predicar por radio o por otros medios,
Ustedes convirtiesen en “micrófonos de Cristo” porque la Palabra de la verdad no podía
morir en El Salvador”
Supo moldear conciencias, forjó una nueva forma de homilía, fue creativo y agradable
para acercarse a sus feligreses, preparaba sus homilías desde el día viernes. Convocaba
asesores, pedía informes, reflexionaba sobre las lecturas bíblicas. Elaboró un equipo de
sacerdotes y religiosas que le resuman las más de 150 cartas que recibía semanalmente.
Estructuró su homilía dominical de modo novedoso en la primera parte entregaba de
modo aplicado las lectura bíblicas según lo manda la liturgia universal de la Iglesia
Católica. No dejó sin tocar temas: tradicionales, novedosos o urgentes que tuviera que
ver con la fe de su pueblo. A todo esto añadió una especialidad: su Oración, su amor,
su fe, su libertad; se arriesgó conscientemente.
En segundo lugar dedicaba tiempo suficiente para exponer y juzgar la situación concreta
sufrida esa semana en el país, que a pesar de ser cambiante coyunturalmente daba
respuesta eclesial y socio política, sacaba de lo aprendido en las visitas a comunidades,
logros, que alegraban a sus oyentes, solía introducir anécdotas personales. Como
agradecer la limosna de la mujer pobre, viuda, enferma o desempleada; citaba con
personas nombres y apellidos, recordando los lugares donde lo habían recibido. Hacia
siempre un recorrido por los sucesos del país, relacionándolos muchas veces con
acontecimientos internacionales, entregando positividad, sin minimizar con profundidad
en la comprensión, sabía entregar destellos de esperanza en base a la verdad
Sus tres años de ministerio Episcopal, estos fueron realmente trágicos para las
mayorías populares. Históricamente hizo que su voz fuera la conciencia crítica del
país, enumeraba atropellos contra los derechos humanos, denunciaba la represión cada
vez más cruel e indiscriminada, asesinatos, capturas, torturas, desaparecimientos.
Declaró las angustias económicas e inseguridad de obreros, estudiantes, campesinos y
aún profesionales; proclamaba las esperanzas populares. Denunció con insobornable
libertad a los responsables de la situación, fuese el Presidente, la Corte Supresa de
Justicia, la Asamblea, las Fuerzas Armadas o de Seguridad; señaló a la Oligarquía
como responsable motivador. Pero también supo orientar y juzgar a las diversos
organizaciones populares, a los diversos grupos políticos – militares. Supo animar,
alabar, amonestar o condenar según los comportamientos y acciones.
Frases liberadoras de Mons. Romero:
“Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos”. (31, diciembre, 1978)
“No obedecer la orden de matar. Cuando hay un rey que manda matar niños, los soldados no
“Que no queden tantos crímenes y atropellos impunes, aunque estén vestidos de militar
Fue tomando según crecía, conocimiento y compromiso, postura ante los diversos
problemas políticos del país e internacionales. Favoreciendo siempre aquello que
encaminaban al país hacia la realidad del reino de Dios Creador de paz y justicia. Nunca
se mostró partidista, pero tampoco no rehuyó la grande y grave responsabilidad de
orientar pastoralmente a sus sacerdotes, feligreses y pueblo ante la difícil y cambiante
coyuntura económica, política y social del país, mostró siempre simpatía por un proyecto
popular justó – humano – humanizante.
El modo de utilizar la cátedra episcopal representó y hoy representa una novedad que
muchos por desconocimiento o por la pesada carga de intereses propios, confiados o
imitados, le llamaron intromisión en “su política”.
Ese modo de conectar, relacionar, la pastoral, la teología, el análisis y juicio sobre la
situación del riesgo de la fe y el compromiso de transformar el salvaje capitalismo, es lo
tienen que obedecer”.
tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia”
que aun hoy es novedoso, para algunos en negativo y pienso que en mayor cantidad a
muchos en positivo y beneficioso.
Hizo que entrara en la historia de la intelectualidad, creyente o no, el concepto de la
opción preferencial por el pobre oprimido, marginado opción por los comprometidos en
transformar la sociedad injusta a una sociedad como la enseñó Jesús.
Como Maestro Popular, cristiano, en sus homilías supo cambiar como lo hizo Jesús,
(caminando por Galilea) todo el arcoíris de la práctica cotidiana. Proclamó que la fe
capaz de mover montañas, y la reacción de lo mínimo con lo máximo, la sonrisa que
esperanza y la firmeza vigorosa de la defensa de la paz. De él aprendimos, muchos,
que la paz, palabra de tres letras, es tan fantástica y terrible, comprender que nunca
habrá paz, mientras no haya justicia, que nunca existirá justicia en el reino del poder y
del dinero, porque niega la libertad, porque esa libertad solo es posible donde se vive
y existe igualdad, que por eso en el ámbito y mundo donde reina el dios capital nunca
podrá existir la PAZ.
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