sábado, 11 de mayo de 2013

Luciernaga

Todos los años me detengo a reflexionar y hacer memoria de lo que he vivido, he escuchado, he leído y entendido.  Todos los años  hago memoria histórica para no olvidar.

Cuando era una niña  de 6 años  me recuerdo que escuchaba  hablar de Monseñor Romero, de las marchas que realizaba el pueblo para conmemorar  su vida, sus acciones, su doctrina, pero  no entendía  quién era y preguntaba  a mis padres ¿Quién es Monseñor Romero? Ellos que habían escuchado las homilías  y participado en las concentraciones realizadas en su memoria  me explicaban sobre todo el contexto político  de la realidad, pues había dado inicio el conflicto armado que se prolongó por 12 años.  

Monseñor Romero  símbolo de la unidad y de la esperanza del pueblo, habló por el pueblo que no tenía voz. Denunció  numerosas violaciones de los derechos humanos y expresó solidaridad hacia las víctimas de la violencia política del país. Poco a poco fui entendiendo  y conociendo  a Monseñor Romero.  

Conocí  sus asesinos que quisieron  callar su voz.  Matando el cuerpo, logrando quitarlo físicamente pero no su espiritualidad que  quedó marcada en el pueblo oprimido. En el caminar de mi vida  he conocido el intento del imperio  económico y político, y de la oligarquía salvadoreña de desfigurar  la imagen  de Monseñor Romero engañando al pueblo  a través de la domesticación en las escuelas, medios de comunicación. 

Se utilizó la religión  como instrumento estratégico para lograrlo.
 
¡¡¡Pobre de los líderes  religiosos que se prestan a este manipuleo por intereses personales  o por miedo a tener problema con los oligarcas del país!!!
 
Junto  a la figura  de Monseñor Romero reflexione  sobre otros mártires de El Salvador: sacerdotes, monjas, catequistas  y  líderes comunitarios  que dieron la vida  por luchar contra la injusticia y por buscar la igualdad. Cabe mencionar también las grandes masacres como: Sumpul,  Mozote, El Calabozo, Las Cuevas, Copapayo, etc. donde murieron más de 70,000 personas entre niños, mujeres, ancianos  a lo largo y ancho del país, realizados por la policía y la guardia nacional. Cada día la luz de Monseñor Romero  y de los mártires de  El Salvador  ha crecido, ha iluminado el caminar de los que luchan por la justicia y la paz social.  Los salvadoreños que hemos tenido el privilegio de tener un profeta, el Santo de América que dio su vida por amor, tenemos la responsabilidad  de transmitir  a las nuevas generaciones  la historia verdadera.  No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Juan 15, 13) 

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