La Luciérnaga
Boletín
de Comunicación con las Comunidades
El
mes de marzo para los salvadoreños es un mes de muchos acontecimientos
martiriales… no es que en otros meses no haya, pero en marzo son muchos…
Hay
que decir que el martirio es una constante en la historia del cristianismo.
Mártir
es el que testimonia con su vida y con su sangre, su fe en Jesucristo defiende
los valores del Reino. Mártir no es solo
el que derrama su sangre, sino también aquel que vive dando testimonio de
Cristo en una realidad que niega su Evangelio, es el que vive en una actitud
permanente de fidelidad y disponibilidad al plan de Dios.
La
Iglesia nació y creció en medio de la persecución y la sangre. Jesús fue perseguido desde el momento en que
su mensaje y su práctica comienza a resultar incomodos para el sistema político
– religioso de su tiempo.
Fue
un hombre conflictivo en aquella sociedad porque anunció una buena noticia de
liberación a los pobres, denunció y desenmascaró la injusticia e hipocresía en
los dirigentes de nación. Esto le trajo
incomprensiones, difamaciones, amenazas de muerte. Dios no quiere tanto la muere de su Hijo,
cuanto la fidelidad.
El
martirio de Jesús es la consecuencia histórica de un rechazo de su mensaje y de
su persona por aquellos que no quisieron aceptar el Reino De dios.
La historia de la
pasión y muerte de Jesús y de los mártires es una historia de amor “No hay amor
que el que dá la vida por sus amigos (Jn. 15, 12-13). Pero resucitó… y esto dá sentido al
sufrimiento y a la muerte del crucificado y de todos los crucificados de la historia.
Esto
se repite con el Santo Romero de América, con razón Padre Ellacuria dijo: “Con
Mons. Romero Dios pasó por El Salvador.
En
las palabras de un campesino: Mons. Romero dijo la verdad, nos defendió a
nosotros los pobres y por eso lo mataron.
Dijo la verdad… porque sufrió y vivió con la realidad humana en todos
los sentidos económico, social y religioso, que diariamente vivía su grey… dijo la verdad
públicamente, con vigor porque nada hay tan importante como la vida humana
sobre todo la persona de los pobres y oprimidos (16/03/1980) y se dejó
evangelizar de su pueblo. Consoló y dio
esperanza.
Padre
Jon Sobrino dice “A Mons. Romero la autoridad no le venía de añadidos… títulos,
autoridad, jerarquía… sino de cosas reales: su autenticidad y convicción,
expresados en su honradez con lo real y en su coherencia entre decir y hacer.
Mons.
crecía y se desbordaba en su hacer justicia y en su amor al pueblo y creció
cada vez más en correr riesgos por defender al pueblo, muy consciente de lo que
le podía ocurrir, y que ocurrió.
Como
Jesús Mons. Romero desenmascaro lo que se encubre: la riqueza, la propiedad
privada como un absoluto intocable… contra la muerte injusta y cruel… clamó
contra los medios de comunicación y discursos oficiales “El periodista o dice
la verdad o no es periodista verdadero”.
Mons. Romero como
Jesús pasó haciendo el bien, pero como Jesús vivió tres años de muerte
anunciada. Resucita y está presente en
su pueblo y en los pueblo del mundo.
Hay
que decir que Mons. Romero fue asesinado por católicos y que para el pueblo
sencillo empobrecido, humillado por los poderes desde su asesinato lo llamamos
Santo.
En
el siglo XX el martirio se vivió en comunidades cristianas y también hay que
recordar que el martirio ha sido una realidad compartida por diversas
confesiones cristianas por tanto hay valor ecuménico del martirio.
¿Nosotros,
cuándo decimos “viva Romero” estamos dispuestos a seguir al Santo Romero que
significa seguir a Jesús… es decir la verdad, luchar por la justicia que la
misma fe exige?
El Salvador
necesita de cristianos que a la luz de su fe se organicen y se comprometan en
la construcción de un país donde haya un buen vivir para todos, donde se
respete la naturaleza, y donde quienes tienen más paguen más.