sábado, 28 de febrero de 2015

Programas de Radio

Castigo divino

En enero de 1970, el sacerdote Inocencio Alas fue secuestrado por policías nacionales en las cercanías de la Catedral de San Salvador, lo torturaron y abandonaron desnudo en una carretera. Alas había discutido ese día con los dirigentes de la ANEP sobre la necesidad de una Reforma Agraria. Este fue el primer ataque de la oligarquía contra quienes consideraban “curas revoltosos”. En los siguientes 19 años fueron asesinados 18 sacerdotes, cinco monjas y centenares de catequistas. Miles de campesinos organizados en comunidades eclesiales y otros que solamente vivían en lugares considerados bajo influencia de “religiosos comunistas”, fueron masacrados. Treinta sacerdotes fueron expulsados del país, decenas de iglesias, casas parroquiales, colegios, universidades, imprentas y radioemisoras católicas sufrieron ataques terroristas con bombas, ametrallamientos y asaltos por parte de militares, policías y escuadrones de la muerte. La Universidad Católica Centroamericana (UCA) de los padres jesuitas sufrió 20 atentados con bombas y el colegio de niñas Sagrado Corazón fue ametrallado varias veces.

El Salvador es el país del continente donde más religiosos fueron asesinados por un régimen político en la segunda mitad del siglo XX, en ningún otro lugar se produjo una persecución tan despiadada contra religiosos católicos como en nuestro país. La guerra civil estalló con el asesinato del Arzobispo Arnulfo Romero en marzo 1980, y la paz se volvió inevitable luego de la masacre de seis sacerdotes jesuitas en noviembre de 1989. Antes de que mataran a Monseñor los guerrilleros éramos decenas, después de esto fuimos miles. Cuando los jesuitas fueron asesinados por militares entrenados por Estados Unidos, el carácter terrorista de la represión quedó en evidencia. La continuación de la ayuda militar se volvió en extremo difícil para el gobierno norteamericano. Los oligarcas, que ya habían recuperado el gobierno, se vieron entonces obligados a negociar la paz.

Desde la época de la Colonia la Iglesia fue aliada incondicional de la oligarquía en el control de la propiedad de la tierra y en el sometimiento de los campesinos. Esta posición se modificó en los años 60s como resultado de cambios en el país y en el Vaticano. En Roma se cuestionó la tradicional relación de la Iglesia con dictaduras y poderes económicos que había conducido a complicidades con el fascismo Italiano, el franquismo en España y las dictaduras latinoamericanas, entre otras. La Revolución Cubana le hizo evidente a Roma el peligro que representaban las alianzas con oligarcas y dictadores. El Vaticano planteó entonces que los trabajadores tenía derecho de organizarse. Las parroquias comenzaron a ocuparse de alfabetizar a los campesinos, se acercaron más a los pobres y se alejaron de los millonarios. Este viraje coincidió con cambios que estaban ocurriendo en nuestro país. La  guerra contra Honduras en 1969 provocó que más de 300,000 campesinos fueran repatriados, acabó con el Mercado Común Centroamericano, cerró la válvula de escape migratoria que protegía la concentración de la tierra en manos de los oligarcas y dejó a El Salvador convertido en una bomba social y política. 

Se abrió entonces una profunda crisis de poder; militares, religiosos y empresarios cuestionaron el régimen oligárquico poniendo el tema del autoritarismo y la propiedad de la tierra en el centro. El Ejército se dividió y, en 1972, los militares intentaron un golpe de Estado que dejó más de cien muertos y 500 heridos. En 1976 el gobierno del Coronel Molina intentó una Reforma Agraria, la oligarquía realizó una intensa campaña en su contra, fundó el Frente Agrario (FARO) y obligó a Molina a retroceder. En julio de 1979 triunfó la Revolución Sandinista en Nicaragua en el momento en que las protestas sociales crecían en nuestro país, los militares entraron en pánico y, en octubre de ese mismo año, dieron un golpe de Estado, derrocaron al gobierno y expropiaron tardíamente haciendas y bancos. Los oligarcas se organizaron entonces para recuperar el poder, restablecieron rápidamente su control sobre las Fuerzas Armadas, fundaron el partido ARENA, financiaron escuadrones de la muerte, contrataron sicarios, prestaron sus casas y negocios para secuestrar y asesinar personas y se lanzaron junto a militares y escuadrones a un exterminio masivo de opositores. Solamente entre finales de 1979 y 1980 fueron asesinadas más de 7000 personas. Monseñor Romero, en un acto de extraordinaria valentía, les ruega, les suplica, les exige y les ordena que paren la matanza, lo asesinan y estalla entonces la guerra civil.

El contexto descrito es el que convierte la última homilía del Arzobispo en una pieza de enorme valor humano y heroico para la historia universal. Monseñor asumió la protección de la gente que sufría la violencia brutal desatada por el régimen, colocó su autoridad moral, su cargo de pastor y el valor que tiene lo sagrado como escudo, sabiendo que las posibilidades de que lo mataran eran muy altas. Monseñor no fue ni activista, ni alentador de la violencia, ni extremista; fue simplemente un buen hombre al que la oligarquía puso contra la pared, o les ayudaba a encubrir los crímenes o asumía los riesgos de denunciarlos. Hizo lo segundo y lo mataron.

En términos históricos y políticos, este crimen y toda la violencia contra los religiosos fue resultado de la ruptura de la Iglesia con el régimen, esto, igual ocurrió en otros países, sin embargo en El Salvador los oligarcas reaccionaron de forma muy violenta y consideraron esa ruptura como una traición. Los obispos los bautizaban y los jesuitas los educaban, no toleraron que los cuestionaran. Plantear que los campesinos tenían derecho a aprender a leer y organizarse fue demasiado. Paradójicamente, hasta los militares estaban hartos de esta injusticia y fundaron en el campo la Unión Comunal Salvadoreña con el apoyo de Estados Unidos. La oligarquía interpretó el cambio de situación en el país y en la Iglesia como una “conspiración comunista” en la que se atrevieron a involucrar hasta el propio presidente de los Estados Unidos, James Carter. Los ciudadanos norteamericanos Michael P. Hammer y Mark Pearlman, asesores para la Reforma Agraria, fueron asesinados por los escuadrones de la muerte en 1981.

En ningún momento buscaron un acuerdo con la Iglesia para lidiar civilizadamente con lo que estaba pasando. Al tiempo que asesinaban sacerdotes, retiraron a sus hijos de los colegios católicos y fundaron colegios y universidades propias. Los dos grandes periódicos y la televisión lanzaron intensas campañas de odio contra sacerdotes y monjas. La más famosa de las consignas fue: “haga patria, mate un cura”. La Cruzada Pro Paz y Trabajo, usando los periódicos, llamó “grupo de cerebros satánicos conducidos por Ellacuría” a los jesuitas que pocos meses después fueron asesinados. Antes del crimen de Monseñor Romero, Roberto d’Aubuisson amenazó directamente al Arzobispo por televisión advirtiéndole que se cuidara.

No pueden los grandes capitales del país alegar ahora inocencia, sin su poder económico, sin su control sobre los medios y sin su venia política no se habría desatado tanta violencia. La prueba documental del contexto mediático que rodeó el magnicidio de Monseñor y la persecución a los religiosos es basta y sólida. No solo tuvieron algunos oligarcas responsabilidades directas con la matanza, sino que fueron los principales constructores del clima de odio que indujo el asesinato de Monseñor y del resto de sacerdotes. Sin ese clima irracional que crearon jamás habrían ocurrido estos crímenes. No fue casual que no usaran ideólogos e intelectuales para fundar ARENA, sino a un grupo de pistoleros. Frente a esto, la fuerza moral y el poder de la palabra de Monseñor Romero y la brillante inteligencia de Ignacio Ellacuría constituían un peligro. Hay una relación histórica directa entre la fundación de ARENA y el asesinato de Monseñor Romero. No sólo por la autoría material por parte de d’Aubuisson, sino porque el partido mismo se organiza, funda y moviliza en el marco del anticomunismo y la persecución a la Iglesia. El origen de ARENA es una ensalada de Frente Agrario, ANEP, escuadrones de la muerte, Cruzada Pro Paz y Trabajo, los grandes medios y otros instrumentos que coincidieron en atacar a la Iglesia y promover el odio que provocó los asesinatos.

La violencia insurgente fue consecuencia de la violencia represiva del régimen, y no valen simetrías para juzgarlas a ambas como si fueran iguales. Si la violencia la provocaran las ideologías habrían progresado guerrillas en Costa Rica, donde los libros de marxismo leninismo se vendían en las calles. Sin la represión que desató el régimen los guerrilleros no habríamos ido más allá de pequeños grupos. Fue la represión masiva lo que nos convirtió en un poder fáctico y en un ejército insurgente que forzó a negociar en paridad de poder. Las armas no servían para nada sino había gente dispuesta a tomarlas. Es en extremo tonto ahora culpar a sacerdotes y monjas de haber generado la violencia insurgente. Eso equivale a culpar a las víctimas por haber provocado a los victimarios. En otras palabras, sería decir que la culpa la tuvieron los curas por no haber calculado la irracionalidad y violencia con que reaccionaría la oligarquía.

Es absurdo el llamado que ahora hacen los grandes medios de comunicación, ARENA, ANEP y similares a que no se politice el caso de Monseñor, pretenden convertir su muerte en un hecho neutro, sin razones, sin hechores y sin contexto histórico. Es imposible separar el crimen de Monseñor Romero de la historia política del país, porque su asesinato lo volvió parte vital de esta y eso será así por siempre y para siempre. La necesidad de que este hecho sea neutro es de quienes lo mataron y aplaudieron el crimen y no de todos los salvadoreños. Son ellos quienes tienen un conflicto con el acto criminal que cometieron. El Arzobispo no será santo por haber luchado contra dragones, sino por haber enfrentado a un régimen oligárquico y no es el primer santo que nace por enfrentarse a poderes políticos y económicos.

No soy creyente, pero pienso que todos debemos respetar el carácter sagrado de las creencias de los demás. Monseñor Romero es el primer sacerdote en la historia de la Iglesia Católica que es asesinado en una misa durante el Sacramento de la Eucaristía. Cuando Monseñor alzó sus brazos para celebrar el sacramento, su pecho quedó expuesto y en ese instante recibió el disparo en el corazón. Para efectos religiosos, lo asesinaron en la presencia de Dios. No solo fue estúpido matarlo, sino cómo lo mataron. Sólo un sicario disparó, pero los medios que participaron de la campañas de odio, los de ARENA que se alegraron con su muerte, los que ahora se enojan y resisten a que las calles lleven su nombre, los que querían impedir que el presidente Obama visitara su tumba y los que presionaban para que no fuera beatificado, son todos responsables del crimen. Fue una violación monstruosa de lo sagrado en la que evidenciaron una hipocresía descomunal frente a lo que se supone es su propia religión. Sin embargo rezan, van a misa y piden bendiciones. Es imposible creer que sean de verdad católicos o de cualquier religión.

La conversión de Monseñor Romero en un Santo de la Iglesia Católica tiene consecuencias excepcionales para nuestro país: consolidará la figura del Arzobispo como el único salvadoreño presente en la Historia Universal, se convertirá en el principal componente de nuestra identidad nacional, entrará con gran fuerza al imaginario religioso de nuestros pobres, será el patrono que unirá a nuestra comunidad de emigrantes en los Estados Unidos, sus homilías se volverán textos en escuelas y universidades y será venerado por millones de personas más allá de nuestras fronteras que ya lo reconocen como San Romero de América. Se producirá una inevitable relación de Monseñor con la democratización de Latinoamérica por ser el Santo que enfrentó a una de las dictaduras más brutales. Por primera vez en nuestra historia los salvadoreños seremos reconocidos universalmente por la figura de un personaje, honorable, valiente, heroico y de una enorme calidad humana. 

Todo esto  le plantea a la oligarquía y su partido ARENA un tremendo dilema porque el nacimiento de este último está indisolublemente ligado a la campaña de odio contra la Iglesia, a los escuadrones de la muerte y al asesinato del Arzobispo. El fenómeno religioso, identitario y político que desatará la futura beatificación y canonización de Monseñor apenas comienza. Si intentan ir en contra pierden y si lo hacen a favor también. En la primera se confiesan como asesinos y en la segunda como cínicos. El actual Alcalde de ARENA en San Salvador pretendía poner el nombre del asesino a una calle y el candidato del mismo partido dijo que le haría un monumento a Monseñor. Desterrar el odio que sembraron en su gente contra la figura del Arzobispo puede tomarles muchas décadas y quizás nunca puedan resolverlo. Políticamente necesitarían refundarse, porque no pueden negar su historia y pretender al mismo tiempo venerar al Santo y al que lo mató. Moralmente enfrentan lo que para los salvadoreños creyentes sería sin duda un castigo divino. 

Articulo publicado en un rotativo salvadoreño el 14/02/2015.  

Escrito por un Ex - Comandante del FMLN.  

Hemos valorado entregarlo a Ustedes por la adecuación histórica que contiene. 

Conmemoración de Monseñor Romero


La historia de sufrimiento que los pueblo nativos hemos tenido desde la llegada de la invasión Europea – Española.  – La llamada independencia fue benéfico para los hijos de los invasores que se habían apropiado de todas las riquezas que en estas tierras existían: vidas de los habitantes, tierras, oro y minería, agricultura y otros conocimientos.   Nosotros hijos de Cuscatlan, descendientes de los ancestrales Pipiles, se nos entregó una incompleta historia.  Hoy El Salvador tiene un puesto en la historia y se nos dá un reconocimiento universal, no solo por la pobreza, emigración o violencia, sino por el reconocimiento de la Santidad de un Hijo del Pueblo: El Profeta, Santo y Mártir MOAR asesinado por los poderosos oligarcas de este país que lo acusaban de “COMUNISTA” protector de campesinos y obreros pobres de El Salvador.




Biografía de Monseñor  OSCAR ARNULFO ROMERO
Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios el 15/08/1917; el segundo de 8 hermanos. Su padre Santos y su madre Guadalupe de Jesús.  Familia humilde, modesta. Su padre, empleado de correo y telegrafista; su madre de oficios domésticas. De niño Oscar era tímido y reservado; tuvo que interrumpir la escuela, debido a una enfermedad, a los 12 años trabajó como aprendiz de carpintero.  A los 13 años asistió a una ordenación sacerdotal, Oscar, habló con el párroco del lugar y le comunicó sus deseos de hacerse sacerdote. Un año después, Oscar entró en el seminario menor de San Miguel. Allí permaneció 7 años.  En 1937 Oscar ingresa al Seminario, en San Salvador. 7 meses después, enviado a Roma para estudiar Teología. En Roma vivió las penurias y sufrimientos causados por la Segunda Guerra Mundial.  Oscar fue ordenado sacerdote a los 25 años, en Romael 4/04/1942.   En Roma hizo tesis doctoral.    Su primera parroquia fue Anamorós, después llamado a San Miguel, donde realizó labor pastoral durante 20 años.   El 3/05/1970 recibe la notificación de haber sido nombrado Obispo, fue ordenado el 21/06/1970; fue Obispo Auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González. Vivió en el Seminario Mayor San José de la Montaña, allí conoció y se hizo amigo del Padre Rutilio Grande.   Nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de María, el 15/10/1974; tomó posesión el 14/12/1974.  Ya existía la represión contra los campesinos, sindicatos, estudiantes y otros sectores populares organizados.
En Santiago de María Monseñor Romero ve de cerca la realidad de pobreza y miseria en que vivían los campesinos y cortadores de café y caña, comenzó a entender que muchos de sus amigos ricos, que ayudaban en obras de caridad, eran los mismos que negaban a sus trabajadores un salario justo. Lo que como sacerdote conoció en San Miguel, como Obispo de Santiago de María lo comprobó.  Igual: pobreza, injusticia social, represión, que contrastaba con la vida ostentosa de pocos.  En medio de un ambiente de injusticias, represión e incertidumbre, Monseñor Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador, el 23/02/1977. Tenía 59 años.  Su nombramiento para muchos fue sorpresa. Se esperaba el nombramiento de Monseñor Rivera, que por muchos años fue auxiliar de Monseñor Chávez y González.  El Gobierno y oligarquía, grupos pudientes, se alegraron con el nombramiento: Romero era su candidato, esperaban que frenara el ritmo de avance pastoral y social de la Arquidiócesis.
A un escaso mes de su ministerio arzobispal, fue asesinado su amigo el Padre Rutilio Grande (12/03/1977). Este hecho impactó mucho en Romero. Recogiendo las sugerencias del Clero accede a celebrar una Misa única en Catedral como un signo de unidad de la Iglesia y de repudio a la muerte del Padre Rutilio y sus acompañantes.  Monseñor continuó la pastoral de la Arquidiócesis, dio un impulso profético nunca antes visto. Su lema: “Sentir con la Iglesia”. Fue su principal preocupación: construir una Iglesia fiel al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.  Romero puso la Arquidiócesis al servicio de la justicia y la reconciliación en el país. En muchas ocasiones se le pidió ser mediador en conflictos laborales. Creó la oficina de defensa de los derechos humanos, abrió las puertas de los tempos para dar refugio a los campesinos que huían de la represión y persecución en el campo, dio impulso al semanario Orientación, la radio YSAX y a la predicación liberó la palabra.
Domingo a domingo, Monseñor denunciaba las injusticias y hacía urgentes llamados a la conversión y a la paz. Su palabra era motivo de consuelo y esperanza.    A pesar de la claridad de su predicación, Monseñor, como Jesús, fue calumniado. Le acusaron de Revolucionario Marxista, de incitar a la violencia y de ser el causante de todos los males de El Salvador. Pero nunca jamás, de sus labios salió una palabra de rencor y violencia. Su mensaje fue claro. No se cansó de llamar a la conversión y al diálogo para solucionar los problemas del país.
De calumnias pasaron a amenazas de muerte. Monseñor sabía muy bien el peligro que corría. A pesar de ello nunca abandonó al pueblo. Y lo cumplió. Su vida terminó igual que la vida de los profetas y de Jesús.
Fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba la Misa en la Capilla del Hospital La Divina Providencia (colonia Miramonte poniente, calle Bernal y Av. Toluca, 200 mts. al poniente).  En ese mismo lugar donde fue asesinato y resucitado este martes 24 de marzo celebremos la Misa7:00 a.m.  Luego se saldrá en peregrinación hasta llegar a su tumba, ubicada en la Cripta (parte baja) de Catedral de San Salvador
Otras Conmemoraciones de Marzo: sábado 7 Marianella García Villa (La Bermuda), jueves 12 Padre Rutilio Grande (El Paisnal), sábado14 de marzo Colima – Lempa Aguilares, 34 estudiantes asesinados.   


Por el significado Histórico, Religioso/Teólogo, de Resonancia Mundial.  Esa fecha se vuelve muy importante para el calendario litúrgico del mundo cristiano católico.  Es bueno, beneficioso y urgente para honrar ese magnicidio que desenmascara a los asesinos que aún viven y que se opusieron tenazmente a la beatificación y canonización del Profeta – Mártir, que todos los salvadoreños que creemos que un Salvador Nuevo es posible, que asistamos a terminar la Eucaristía – Misa que fue suspendida por la bala asesina.

Que El Salvador resucite, que este país sea bendecido y bendito por la sangre de nuestros mártires y por la sangre que Monseñor Romero derramó por todos nosotros que somos pueblo.

Equipo de Servicio a Comunidades de Base (SERCOBA) 
Movimiento Nacional Contra Proyectos de Muerte (MNCPM)

Recordamos en la Cuesta de Guadalupe el martirio de los 250 pobladores masacrados.

Cuesta de Guadalupe




Realizando teatro sobre Corrupción de ARENA


El día sábado 21 de febrero, recordamos en la Cuesta de Guadalupe el martirio de los 250 pobladores masacrados, entre los miles de ni@s, mujeres y ancianos que huyeron del Cerro de Guazapa, invadido por la jauría asesina de la dictadura y fueron emboscados por la tropa élite del mal llamado batallón Atlacatl y masacrados a bombazos por la Fuerza Aérea, cuando huyeron cuesta arriba hacia tierras defendidas por nuestro ejército guerrillero.

Realizando teatro sobre Corrupción de ARENA


Acampamentados en el Plan del Copinol con su obraje de añil y su nicho con los restos mortales de algunos de los masacrados, con cantos, testimonios, videos sobre San Romero, sobre la lucha de los pequeños contra los Imperios, con teatro popular y con mucho café dejamos que nos acobijara la noche con su manto oscuro.








Cantos que alegraron el ambiente.

Después de la combativa misa del compañero Padre Tilo Sánchez; los que tuvimos todavía la energía subimos con farolitos la misma Cuesta de Guadalupe, que aquél 28 de febrero de 1983, se convirtió en un infierno bajo las bombas de los cazabombarderos norteamericanos A-37.


Celebración de misa por Padre Tilo

Peregrinación con farolitos Cuesta de Guadalupe



















Masacre de Tenango y Guadalupe.

El 28 febrero se conmemoran 32 años de la masacre en los cantones Tenango y Guadalupe,

del municipio de Suchitoto, sin que los asesinos hayan sido llevados a juicio.   Para 1983, cuando ocurrió la masacre, había una guerra contra el pueblo.  La Fuerza Armada había cometido muchas masacres contra la población civil y los escuadrones de la muerte habían asesinado a muchísimas personas, entre ellas Monseñor Romero.  Era una guerra desatada por los dueños del poder: la oligarquía los mismos que hoy pretenden que votemos por ellos disque para mejorar el país (ARENA) y el gobierno de los Estados Unidos. 

¿Por qué llegaron al extremo de masacrar al pueblo?  

Para impedir una verdadera reforma agraria, demandada por las organizaciones campesinas; para acallar las exigencias de aumentos salariales de la clase trabajadora; para no dar en el “rancho” más tortillas y frijoles a quienes cortaban café y para frenar el auge de la lucha popular contra las injusticias.

En ese mes el ejército lanzó una ofensiva llamada “Guazapa 10”, para desalojar a las fuerzas guerrilleras que controlaban ese estratégico cerro desde 1981.  Al fracasar la operación militar y enterarse que la población de Tenango iba en “guinda” hacia zonas más seguras, la tropa, al mando de Domingo Monterrosa y Orlando Zepeda (hoy empresario de la basura), emboscó y masacró a un primer grupo en el Plan de Tenango; un segundo grupo escapó hacia Guadalupe, pero a la altura de “la cuesta” fue bombardeado por aviones A-37.  Al día siguiente el ejército remató a las personas heridas.  Resultando: más de 250 personas asesinadas.

La clase Poderosa, oligarca son los mismos que cometieron aquellas atrocidades.  Antes mataban con torturas, fusiles; ahora lo hacen con salarios de hambre, precios altos, dolarización, TLC, y la expulsión de gente hacia Estados Unidos, Privatización del Agua, Minería, Represas, Incineradora de Llantas, Carretera Longitudinal del Norte, Rellenos Sanitarios, Cultivos y Comercialización de Alimentos Transgénicos, Robo de Manantiales y Presencia de los Cuerpos de Paz, etc.


De esa masacre, como de otras 185 perpetradas durante esos años, no hay investigación por parte del Estado.  Para encubrir a los responsables de los hechos, el gobierno de Alfredo Cristiani decretó una “Ley de amnistía” en 1993, y amparados en esta ley hoy en día pretenden militarizar el país.  Y los autores intelectuales de esas matanzas hoy son “honorables” empresarios o funcionarios públicos que dicen defender la  libertad y que cínicamente habla de dignidad, democracia y son los responsable de tantas calamidades que

sufre el valiente pueblo salvadoreño. Lo que pasó aquél 28 de febrero de 1983.

domingo, 22 de febrero de 2015

Hizo que la historia se hiciera palabra.

Mons. Romero, Cristiano, Católico, Arzobispo hizo que el pueblo salvadoreño saliera del

En sus tres años de arzobispo, hizo visibles a los pobres, campesinos, obreros,

desaparecidos, torturados, marginados.

Los muertos no publicitados por los medios de divulgación del mundo capitalista.

Hizo el Evangelio cercano y compasivo hacía los pobres y terrible para los poderosos,

hizo, desde su vida, ejemplo y predicación, que el mundo subiera la mirada a la

existencia de un Dios, que se escucharan los clamores y esperanzas de un pueblo;

que se oyera los gritos y gemidos que arrancan los opresores, y que se convirtieran en

plegarias presentadas al Dios de toda la humanidad.

Frase liberadora de Mons. Romero:

“El grito de liberación del pueblo es un clamor que sube hasta Dios y nada ni nadie lo puede

detener”.

En crecimiento, evolutivamente, su palabra fue alejándose de las palabra rutinarias,

fue viva, vivificante, dejó de ser encubridora y alienante. Devolvió el sentido bíblico al

pueblo salvadoreño y al mundo, como sus legítimos dueños. Hizo sentir solidaridad en

todos los pueblos aunque no hubieran vivido historias trágicas en sus países, desafío

a su liderazgo episcopal y se comportó como Pastor, vivió en tiempos de represiones

excepcionales, e hizo de su ministerio episcopal un momento excepcional, porque aceptó

el reto de sumergirse en la historia que le toco vivir.

Excepcionales circunstancias producen personas excepcionales, cuando aceptan la

realidad. Los Héroes y Grandes no se improvisan. Durante su vida había acumulado

reservas: intelectuales, morales, espirituales con las que supo responder. Tenía raíces

personales y cristianas. Surgió una figura, un Arzobispo excepcional, lo que predico

nacía de lo profundo de su ser, fue autentico; fue evolucionando apropiándose de las

circunstancias. La realidad de El Salvador se volvió su palabra, supero la pronunciación

intemporal y se encarnó en su Iglesia, en su pueblo, en su país.

Fue tan Obispo como todos los Obispos, cumplió con toda la tradición Episcopal, pero la

vivirla con normalidad (norma), permitió la permeabilidad y crecimiento en su acción, en

su pensamiento, en su doctrina. Hizo de su Arzobispado, de su Ministerio, de su palabra

una relación con la sociedad, impregnada de realismo, viva, comprometido, liberadora,

Fue Pastor, servidor, Hermano, Maestro, Teólogo y Pueblo. Cumplió: el mandato de su

Maestro Cristo: la misión de anunciar y realizar el Reino para los Pobres.

Abordó temas concretos que expresan dificultades y posibilidades del Reino. Abordó

todo lo que se relaciona con los proyectos de la oligarquía capitalista, la seguridad

nacional y los intereses de las organizaciones populares, abordó teológicamente la

situación de conflicto y violencia reinantes en ese momento, la represión al pueblo y la

persecución a la Iglesia.

Frase liberadora de Mons. Romero:

“Yo denuncio, sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es un gran mal, la riqueza, la

“Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. La iglesia defensora de los derechos de Dios,

defensora de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta abominación”.

propiedad privada como un absoluto intocable y ay del que la toque”.

“No hay pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre”.

Abordó también los problemas pastorales, que le sobrevienen a la Iglesia. Se preocupó

constantemente de las comunidades de base de la religiosidad popular, de los agentes

y el acompañamiento a la pastoral y a los cristianos comprometidos políticamente.

Su magisterio trató de iluminar los problemas tanto sociales como políticos desde la

especificidad de la doctrina bíblica – evangélica. Siempre se dejó guiar por el evangelio

(como buena nueva) uso abundantemente el Magisterio de los clásicos de la Iglesia, del

Vaticano II, las Encíclicas Papales, Medellín y Puebla, pero fue consciente que muchas

veces la verdad expresada en dichos documentos quedaba a nivel abstracto y por ello

también manipulable, especialmente para la situación concreta de su país. Consiente

procuró dar respuesta a los problemas concretos aun cuando no siempre encontrara esa

respuesta en los documentos más universales de la Iglesia. No le asustó la novedad de

los problemas que surgían y fue grande en la respuesta, una gran creatividad doctrinal.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

“Predicación que no denuncia el pecado, no es predicación del evangelio” (22 enero 1978)

Una iglesia que no se une a los pobres no es verdadera iglesia de Jesucristo (17 febrero 1980)

Un cristiano que defiende posiciones injustas ya no es cristiano (16 septiembre 79)

“Lástima que nuestra religión a veces ha traicionado al evangelio y por contentar a los

grandes señores-as les ha dicho que bastaban esos actos de culto, y los ha expuesto a

perderse para siempre”.

“La palabra de Dios es como una espada penetrante que no nos deja tranquilos y penetra

hasta lo más íntimo del ser, que nos cuestiona, que no nos deja tranquilos dormir, mientras

no hagamos algo por el Reino de Cristo y su evangelio. Que no digan que no leemos la biblia.

Nosotros no sólo la leemos, sino que la analizamos, la celebramos, la encarnamos, queremos

hacerla vida nuestra”.

Así fue como escribió y público oportunamente la Carta Pastoral, referida a las

organizaciones políticas populares. Esta Carta Pastoral considerada universalmente,

como pionera en ese campo. Para el pueblo cristiano fue Pastor, enseñó con autoridad,

pero no con exclusividad, enseñó con firmeza, pero no con imposición formal. Fue

Maestro, didacta, comunicador, con lógica claridad. Fue un profeta encarnado en su

momento y que proyecto su palabra al futuro. Cada domingo se esperaba su constante

reflexión sobre los problemas de los pobres en sus diversas dimensiones. Mons.

Romero los escuchó, aprendió y dialogó con ellos, se comunicó, y produjo esperanza.

En su humildad, conociendo su historia, reconocer que enseñó en la medida que fue

aprendiendo, enseñó aprendiendo, consultando a personas de diferentes disciplinas y

pensamientos, se dejó interpelar, sobre todo por las angustias del momento represivo,

animó esperanzas en el esfuerzo político de las clases oprimidas.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

Ningún cristiano debe decir “yo no me meto, yo no me comprometo”, porque eso sería ser

mal cristiano siendo también mal ciudadano (5, marzo, 1978)

“El que rehúye el sufrimiento se quedara solo hay gente mas no sola que los egoístas”

(1 abril 1979)

Su palabra ya es parte de la historia y doctrina en la Iglesia Latinoamericana, junto

a otros obispos y teólogos en el primer y tercer mundo cristiano. Hizo presente y

visible en su doctrina, la justa lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanas.

Creo un nivel doctrinal en la opción preferencial, por los marginados, oprimidos y

pobres, lo expresó muchas veces que era necesario que en la predicación y homilética

reformulara: El significado de Iglesia.

Siempre será recordado y se hará presente por sus homilías, vigorosas, claves, lógicas,

actuales, didácticas, por la forma y manera como magistralmente desbroza lo que

otros discuten sin producir luz, él produce esperanza y alumbra caminos con la doctrina

ancestral del Maestro Nazareno, el artesano, hijo de Dios y del Pueblo de Israel Jesús.

No rehuía a las coyunturas políticas ni sociales. El riesgo provocado por las campañas

mediáticas no le amedrentó, al contrario se engrandeció e iluminó con su prédica el

momento provocado por las estructuras sociales, opresoras y financiadas desde la

política exterior del gobierno de EE.UU. Escribió, mirándole a los ojos al Presidente

Carter, pidiéndole que cesara el envío de armas a El Salvador, En Mons. Romero fue

clásica la forma de enjuiciar los crímenes, que sin espontaneísmos, pero con claridad

señalaba causas, causales y responsables, identificándolos. Nosotros le oímos decirnos

“si yo predico de tal modo que solo me entiendan los enemigos pero que no me

entiendan mis amigos, las víctimas y el pueblo; mi predica no produce frutos de

fe, esperanza y liberación”.

Con solidez bíblica Evangélica y teológica llena de reflexión y profunda sinceridad, con

incomparable calor humano, yo que lo ví personalmente en su ministerio, afirmo, que

Mons. Romero literalmente se transformaba. Él era más bien recatado y tímido, quizá

pueda afirmar que se sentía no muy cómodo entre los grandes (según los cataloga

el criterio del mundo burgués). Frente a los problemas sociales, frente a la injusticia

se convertía en el hombre de la palabra valiente, libre, poderosa, en la defensa de la

verdad y del débil. Se posesionaba tomaba en sus manos el evangelio, poniendo los

ojos en los rostros concretos de los pobres (prisioneros, desaparecidos, torturados,

marginados) de su pueblo, cobraba la fuerza de los antiguos profetas y el de CRISTO,

frente a los mercaderes del templo, revalorizo su papel de Pastor Obispo y cumplió,

como Pablo de Tarso, la exigencia de saber desencadenar la palabra y entregarla a la

exigencia de libertad necesaria en la humanidad, creada por un único creador.

Como Arzobispo, su manera de relacionarse con sus parroquias, sus sacerdotes, con las

comunidades y poblaciones que visitaba constantemente, hizo sentir una importante y

novedosa forma de acompañar eclesialmente, pastoralmente, humanamente.

Su humano desempeñó creo confianza, hizo sentir su fraternal compromiso, era fácil

de conceder audiencias, entrevistas, hacia favores, se preocupaba de problemas

humanos: la salud, la economía, problemas personales. Hacía sentir a quienes se le

acercaban que eran importantes, de allí la capacidad de iluminar las situaciones de las

personas, del pueblo inmerso en los diversos problemas políticos, sociales, económicos,

eclesiales. Sus homilías se esparcieron con bastante rapidez, ivan y venían periodistas

y personajes, buscándolo como a un punto de referencia para conocer el caso de El

Salvador. Como buen comunicador después de misa, saludaba a los que asistían,

concedía una conferencia de prensa, creo un programa semanal radial para entregar

respuestas; su homilía radiada llegaba a los rincones más escondidos del país, tugurios

y barrancas de las ciudades, según testimonios de soldados, lo escuchaban con mucho

sigilo, en los cuarteles y por supuesto lo monitoreaban sus enemigos, de modo especial

los escuchas de Casa Presidencial; por otro lado la empresa privada dueña de los medios

de difusión lo mantuvo censurado. La radio del Arzobispado sufrió repetidos intentos de

sabotaje para silenciarla, en dos ocasiones estallaron bombas, fue en esas ocasiones que

surgió la solidaridad internacional de radio difusoras de otros países que retrasmitían

las homilías. De modo especial quiero recordar a una radio de San José, Costa Rica

Radio Noticias del Continente, que trasmitía en onda corta, la homilía que recibía

Si nos preguntamos porque Mons. Romero fue conocido tan rápidamente, logrando tanto

influjo: social, eclesial, popular. Podemos afirmar que fue, porque supo ocupar el poder

de un solio Arzobispal, su palabra para producir esperanza, para aclarar confusiones,

dio cause a su carisma personal de comunicador identificar con las exigencias del

momento. Habló, no desde un trono, habló como pueblo, del pueblo y para el pueblo,

real pueblo con nombre de torturado, de opresor y sus cómplices, con nombre de

oligarquía y uniforme militar.

Fue testigo de la verdad y la entregó a quien la necesitaba, con fraterna sencillez, pero

con inteligente valentía, con justicia y humanidad. Supo sacudir conciencias, iluminó

el quehacer diario de los cristiano, de todo ciudadano honesto y normal; develo a un

catolicismo imperial y entregó un cristianismo popular; bastantes veces sus homilías

eran interrumpidas por aplausos, era el amen popular, que eran recibidos como agua

al sediento y ánimo al angustiado. Los medios de difusión (no les llamó medios de

comunicación, porque realmente confunden e incomunican) del país: prensa, radio,

televisión, normalmente ignoraban, mutilaban, tergiversaban, manipulaban la verdad,

sus predicas y enseñanza toman sistemáticamente una campaña de desprestigio es por

eso que el pueblo lo identificó siempre: como la voz de los sin voz. Siempre denunció

que los dueños de los medios pretendían privar al país de la verdad y en más de una

homilía pidió “si algún día yo ya no pudiese predicar por radio o por otros medios,

Ustedes convirtiesen en “micrófonos de Cristo” porque la Palabra de la verdad no podía

morir en El Salvador”

Supo moldear conciencias, forjó una nueva forma de homilía, fue creativo y agradable

para acercarse a sus feligreses, preparaba sus homilías desde el día viernes. Convocaba

asesores, pedía informes, reflexionaba sobre las lecturas bíblicas. Elaboró un equipo de

sacerdotes y religiosas que le resuman las más de 150 cartas que recibía semanalmente.

Estructuró su homilía dominical de modo novedoso en la primera parte entregaba de

modo aplicado las lectura bíblicas según lo manda la liturgia universal de la Iglesia

Católica. No dejó sin tocar temas: tradicionales, novedosos o urgentes que tuviera que

ver con la fe de su pueblo. A todo esto añadió una especialidad: su Oración, su amor,

su fe, su libertad; se arriesgó conscientemente.

En segundo lugar dedicaba tiempo suficiente para exponer y juzgar la situación concreta

sufrida esa semana en el país, que a pesar de ser cambiante coyunturalmente daba

respuesta eclesial y socio política, sacaba de lo aprendido en las visitas a comunidades,

logros, que alegraban a sus oyentes, solía introducir anécdotas personales. Como

agradecer la limosna de la mujer pobre, viuda, enferma o desempleada; citaba con

personas nombres y apellidos, recordando los lugares donde lo habían recibido. Hacia

siempre un recorrido por los sucesos del país, relacionándolos muchas veces con

acontecimientos internacionales, entregando positividad, sin minimizar con profundidad

en la comprensión, sabía entregar destellos de esperanza en base a la verdad

Sus tres años de ministerio Episcopal, estos fueron realmente trágicos para las

mayorías populares. Históricamente hizo que su voz fuera la conciencia crítica del

país, enumeraba atropellos contra los derechos humanos, denunciaba la represión cada

vez más cruel e indiscriminada, asesinatos, capturas, torturas, desaparecimientos.

Declaró las angustias económicas e inseguridad de obreros, estudiantes, campesinos y

aún profesionales; proclamaba las esperanzas populares. Denunció con insobornable

libertad a los responsables de la situación, fuese el Presidente, la Corte Supresa de

Justicia, la Asamblea, las Fuerzas Armadas o de Seguridad; señaló a la Oligarquía

como responsable motivador. Pero también supo orientar y juzgar a las diversos

organizaciones populares, a los diversos grupos políticos – militares. Supo animar,

alabar, amonestar o condenar según los comportamientos y acciones.

Frases liberadoras de Mons. Romero:

“Antes de ser un cristiano tenemos que ser muy humanos”. (31, diciembre, 1978)

“No obedecer la orden de matar. Cuando hay un rey que manda matar niños, los soldados no

“Que no queden tantos crímenes y atropellos impunes, aunque estén vestidos de militar

Fue tomando según crecía, conocimiento y compromiso, postura ante los diversos

problemas políticos del país e internacionales. Favoreciendo siempre aquello que

encaminaban al país hacia la realidad del reino de Dios Creador de paz y justicia. Nunca

se mostró partidista, pero tampoco no rehuyó la grande y grave responsabilidad de

orientar pastoralmente a sus sacerdotes, feligreses y pueblo ante la difícil y cambiante

coyuntura económica, política y social del país, mostró siempre simpatía por un proyecto

popular justó – humano – humanizante.

El modo de utilizar la cátedra episcopal representó y hoy representa una novedad que

muchos por desconocimiento o por la pesada carga de intereses propios, confiados o

imitados, le llamaron intromisión en “su política”.

Ese modo de conectar, relacionar, la pastoral, la teología, el análisis y juicio sobre la

situación del riesgo de la fe y el compromiso de transformar el salvaje capitalismo, es lo

tienen que obedecer”.

tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia”

que aun hoy es novedoso, para algunos en negativo y pienso que en mayor cantidad a

muchos en positivo y beneficioso.

Hizo que entrara en la historia de la intelectualidad, creyente o no, el concepto de la

opción preferencial por el pobre oprimido, marginado opción por los comprometidos en

transformar la sociedad injusta a una sociedad como la enseñó Jesús.

Como Maestro Popular, cristiano, en sus homilías supo cambiar como lo hizo Jesús,

(caminando por Galilea) todo el arcoíris de la práctica cotidiana. Proclamó que la fe

capaz de mover montañas, y la reacción de lo mínimo con lo máximo, la sonrisa que

esperanza y la firmeza vigorosa de la defensa de la paz. De él aprendimos, muchos,

que la paz, palabra de tres letras, es tan fantástica y terrible, comprender que nunca

habrá paz, mientras no haya justicia, que nunca existirá justicia en el reino del poder y

del dinero, porque niega la libertad, porque esa libertad solo es posible donde se vive

y existe igualdad, que por eso en el ámbito y mundo donde reina el dios capital nunca

podrá existir la PAZ.

Progamas de Radio

domingo, 15 de febrero de 2015

Religiones por la Paz

Reunión mensual de Religiones por la Paz Capitulo El Salvador del dia 5 de febrero 2015

Sercoba presente para una búsqueda de la Paz a nivel interreligioso.

Todas las religiones deben aportar para construir una Paz con justicia.


La Tierra está muy triste



“La Tierra está triste porque el hombre despreció la pureza del aire, la frescura del agua y el rocío de la noche.

La Tierra está triste porque el hombre secó los húmedos prados, los ríos y los lagos; y el mar quedó solo.

La Tierra está triste porque el hombre cortó los árboles que le daban sombra y fruto.

La Tierra está triste porque el hombre quemó los campos, la selva y el bosque.

La Tierra está triste porque el hombre no quiere oler el aroma de las flores, ni mirar las bellas mariposas.

La Tierra está triste porque el hombre contaminó el agua y murieron los peces; contaminó el aire y murieron las aves.

La Tierra está triste porque el hombre silenció las discusiones nocturnas de las ranas y el trino matutino de los pajarillos.

La Tierra está triste porque el hombre mató al venado, a la ardilla y al águila; y mató al puma y al león.

La Tierra está triste porque el hombre se quedó solo. La tierra está de duelo porque el hombre murió”.

Éste es un poema de Edgar Vieto Price, escrito en 1978, el cual avizora la eventual extinción de la especie humana, aún cuando los problemas ambientales que describe no eran tan graves como lo son ahora, 36 años después.

Y es oportuno retomarlo en el contexto de conmemoración del Día Mundial de la Madre Tierra. Ahora la Tierra está más triste por las secuelas del calentamiento global, la explotación irracional de los recursos naturales y la contaminación de los ríos, lagos y mares.

A la Tierra la entristece la voracidad de las empresas transnacionales, la irresponsabilidad de los gobiernos y la actitud suicidad del ser humano que –como bien dice Franz Hinkelammert– está cortando la rama donde está parado.

La Tierra está triste porque en El Salvador la Asamblea Legislativa se niega a aprobar una Ley de Agua, Prohibir la Minería Metálica, no quiere una Ley de Soberanía Alimentaria ni Prohibir los Agro Tóxicos.

La Tierra está triste porque en este paisito llamado Cuscatlan: traducido del Nahuat: significa Tierra de las Maravillas, donde el gobierno permite la devastación de zonas de recarga hídrica, construir residencias a la clase media, la entrega de acuíferos subterráneos para que la Coca Cola la envase, la destrucción de la Cordillera El Bálsamo con proyectos turísticos abusivos, que están exonerados del pago de impuestos.